Encontré en una pequeña libreta allá por aquellos años donde fui más feliz, un fragmento que copié de la Carta a Lafcadio Wluiki de Luis Cernuda. En este momento me viene bien. Lo comparto así como una canción que, curiosamente, describe muy bien cómo esta cabaret se encuentra en estos instantes.
De verdad, no era necesario.
Fragmentos y mis intervenciones, en cursivas.
La realidad no es nunca lo suficientemente amplia y diversa para que ella nos baste por sí sola. Es necesario ese margen misterioso, de vagas luces y vagas sombras delicado, exigente y voraz, que la imaginación proporciona.
La realidad tiene voz de alfiler. Punza en su estrechez insoportable. Pincha las yemas de los dedos, empuja las sienes. No lo había visto venir.
Si al imaginar llego al río, que en él se ahoguen todas tus piedras y no recorran más cauce, realidad alfiler.
Las palabras, la vida ajena, deben entonces resbalar sobre nosotros como gotas de agua sobre el mármol de un dios. Sólo hay algo que aún puede animar ese mármol: el deseo de olvidarse en otro cuerpo (...) pero el objeto de esa apasionada sed es tan engañoso como en las arenas que en el desierto fingen un agua. Los labios quedan secos. Disponibles siempre Cadio, disponibles. La libertad es mejor.
Y a esa libertad me ciño con su voz alfiler, de realidad incrustada en la mano para limpiar los ojos. Resbala el agua sobre el mármol, el cuerpo engañoso que por la mañana se olvida siempre.
Hablan en mí diversas voces que gritan, suplican, lloran y sonríen. Mayor fuerza la del huracán cuando se arrastra y clama a lo largo de un bosque tiene la voz total que forman esas diferentes voces interiores. Es la voz de un deseo insaciable que se confunde con la propia vida. Siempre es distinta. Quisiera sujetarla una vez, sólo una vez, pero es inútil; huye entre los dedos como agua o arena. Unas veces habla de placer, otras de tristeza, otras de tormento pero siempre es la voz de un mismo afán sin nombre, un divino afán hostigándonos para levantar la vida hasta las estrellas.
En su giro, antes de hundirse en el afán, la voz deja caer un hilito se sangre. Así habla en mí la realidad, a mordidas, desperezando ese sueño llevado a las estrellas, lo sacude, lo baja a puntapiés, deja al vacío satisfecho.
No, no amigo mío, no ponga su confianza en las personas: ahí están los animales, las plantas, las piedras, las cosas maravillosas, tan puras todas como la luz o las nubes y que nunca decepcionan (...) ¿le serán más útiles los excesos sentimentales, creer en una presencia, presencia que nosotros mismos evocamos de la nada con el poder taumatúrgico del amor, y que surge, al fin, radiante y amenazadora, ante nuestros ojos cegados?
Y cegaba un aullido inexplicable, que al mar resucitaba. Pero el agua resbala en el mármol, y el mármol es endeble a toda llama. No refulge más si las gotas quieren patinar en su cuerpo a medias revivido. El mármol no añora presencias, es unidad sin otro cuerpo que lo mida.
Mas ¿qué palabras le digo? Yo mismo intentaba precipitarle. Discúlpeme, se lo ruego. Me lo figuro como un delicioso animalillo, ardiente y salvaje...No sé qué decirle más. Es difícil terminar unas líneas dirigidas a quien todo parecía esperarlo de uno. Tal vez sea lo mejor terminar así: bruscamente.
http://www.youtube.com/watch?v=eYoINidnLRQ