IV
NIV
No hay más extraño que uno. Es la apariencia de otro quien terminó por frecuentarnos,
por aceptar finalmente una invitación reiterada.
Me pareció ver a mi sombra cuando le abrí la puerta, justo en el momento en que íbamos a salir.
La función había comenzado. “Adelante. Adelante”.
“Te estábamos esperando”, dije yo y ella dijo: “No reconozco a los ingratos”
por aceptar finalmente una invitación reiterada.
Me pareció ver a mi sombra cuando le abrí la puerta, justo en el momento en que íbamos a salir.
La función había comenzado. “Adelante. Adelante”.
“Te estábamos esperando”, dije yo y ella dijo: “No reconozco a los ingratos”
con un curioso temblor en la voz.
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