sábado, 23 de agosto de 2008

El canto de la salamanquesa. Una breve despedida al intento cabaret que gozaba sacudirse en las fiestas

La música ha sido para mí un rompeolas. Conocedora o no de la propia lengua o cualquier otra extranjera, el ritmo sale a la ventana, regresa, comienza su giro de ventilador y llegan los recuerdos o la prolepsis que siempre hace perder el tiempo de manera dichosa. Un silencio se prepara para tocar un tambor, los redobles hacen pensar en un viaje. ¿Enmudecemos al escuchar cualquier tipo de música? ya sea en el bus, en coche, en el metro, nos alivia de la canallada que es vivir de vez en cuando. Puede ser la mejor evasión o la más perversa cuando anulamos a los demás, formando parte de este clan individualista que olvida las señas del otro. Así que, damas y caballeros, también las notas tienen filo.
Algunas canciones sirven para sobrevivir al tráfico, para no tener que lidiar con uno mismo, para disfrutar de la compañía de los amigos y del infiel alcohol. Yo recuerdo las canciones en las que bailé desesperada, que me acompañaron en mis más divertidas experiencias etílicas, en la convivencia familiar, en algún lugar con los amigos, sola caminando para no pensar en los daños del pasado y del porvenir e incluso fueron testigos en mis deslices, y con ellas puedo pensar en lo que me gustaría hacer mañana o nunca, me dirigen hacia la inexactitud. Y eso por momentos me hace sentir tranquila, sobre todo cuando no tengo ganas de ver a nadie o por el simple hecho de recordar, de arrojar papeles de colores.
Comienzo ahora con disorder de Joy Division, acompañada de todo el trabajo que tengo que hacer y exhausta por esta semana llena de ajustes. La salamanquesa se ha anunciado.

Big exit
Tamarinderos: ya no soy una desempleada, y por el momento he decidido ingresar a otro tipo de fila, la de la docencia en secundaria y bachillerato.
Nunca digas nunca. Eso me lo repetía mi hermana Lis en cualquier tipo de situación, verán, suelo ser cabeza dura, quiero que el NO tapice las paredes. Cuando estaba en la universidad no me imaginaba de maestra, de hecho era algo que no quería hacer. Sin embargo atravieso por la etapa de experimentación, de ese “quiero saber qué se siente, qué pasa”, y bueno, sobre todo, ya quería trabajar. Oh, realmente la necesidad encamina hacia tierras inhóspitas.
Llevo pocos días en este asunto. Los adolescentes, por ser “la nueva” me miran de cabo a rabo, me examinan, unos me miran curiosos, otros son indiferentes, hasta unos tuvieron la desfachatez de preguntarme si estoy casada o si tengo novio (esos fueron los de prepa, que me dan unas escaneadas…), los de secundaria son los peores cabarenautas, cuando recuerdo mis tiempos como puberta realmente nunca fui tan maleducada. Los tiempos cambian y con ello la erosión del respeto. Pero ¿qué creen? su tamarindera ha conseguido el silencio en el aula y a ratos un poco el miedo. Me esfuerzo inútilmente por hacerlos pensar.
Alguien me dijo hace poco que soy una egoísta racional porque quiero que los chicos lean y piensen aunque algunos casos (la mayoría hasta ahora) están perdidos. Es lamentable ver cómo los padres no inculcan a sus hijos el gusto por la lectura. El Internet parece ser el opio del pensamiento, del regreso a la imaginación. Pocos, y digo muy pocos leen. Comparando con otro gran amigo, también profesor de bachillerato, me di cuenta que al menos en su escuela los estudiantes tienen lecturas, cuestionan, piensan. En cambio, de los pocos días que llevo, me doy cuenta que tendré que esforzarme, pero no quiero facilitarles la vida. Oh no. Es divertido ahora estar “del otro lado” y estirar la cuerda para ver hasta dónde puede llegar. Ese es mi propósito. Oh, esta egoísta tamarindo racional…
Así que… regresan mis diálogos con la lectura, ahora estoy buscando elaborar antologías para los de prepa, es todo un reto. Me estoy durmiendo tarde por eso y a decir verdad estoy exhausta. Creo que mañana despertaré a la una o dos de la tarde, pero ¿qué creen? debo armar mis antologías, sacar las benditas fotocopias y eso requiere la mañana, así que tendré que esperar al domingo. Scheisse!

Adiós, ma chère amante des fêtes atascadas
Cuidar la imagen pública me parece ridículo, absurdo porque me ha costado trabajo llegar a mi condición de tamarindito. Sin embargo, ahora convivo con adolescentes que, como dije antes, no respetan a nadie y por eso pueden subir cualquier imagen a cualquier blog o puedes encontrarte en youtube cuando menos te lo esperas, porque sus acciones no tienen límite. Valiente cosa, tener que sacrificar lo que soy por estos parias del lenguaje. Anyway, no tengo opción. ¡ A seleccionar fiestas underground! (mmm, pero en Xalapa no hay, ergo, ya no puedo fiestear :p). Así que chicos, si me tienen cariño ya no me etiqueten si me veo de plano muy borracha o echando mucho desmadre. Temo que algún estudiante curioso por buscarme encuentre este material. Ja, creo ando algo paranoica.

(tenía pensado encontrarme con la damita rouge taconeando en tierras queretanas, fumando boleritos y canciones marlango para hablar de ternuritas, oh, de verdad eso sí lo lamento).

Dato curioso. Todos mis estudiantes me preguntan si soy “de aquí” porque dicen “que hablo raro”, mi exilio español ha dejado sus marcas, el problema está en si podré volver a hablar como auténtica jalapeña, me mantengo en la postura que mi lengua ya no será la misma y que por ello no sé hasta cuánto tiempo más seguirán diciéndome que parezco de otro lugar. En un salón tenía muchas ganas de responder la linda frase de mi laulau “soy extranjero de toda la vida”.

Lectura que disfruto ahora: Giros negros de Enrique Serna.

En mi búsqueda de textos para mis alumnos inconscientes de la lengua, encontré unos poemas de Villaurrutia y cuál fue mi sorpresa cuando vi que había subrayado unos versos del poema Amor conduce noi ad una morte:

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Porque amar es, al fin, una indolencia.

Entonces apareció…