Nota: podría ahondar más sobre el asunto, pero no quiero aburrirlos cabarenautas, debe ser como un término: preciso, conciso y adecuado.
No, no cualquiera puede ser profesor. Algunos se lanzan al ruedo por vocación, y personas como yo, por necesidad, "porque no hay de otra". Cuando comencé a buscar empleo, fue en lo primero que me contrataron -y la primera vez que me despidieron, porque en un trabajo anterior fui yo la que renunció- y el sudor en las manos, el temblor en la voz y en las piernas se hizo presente otra vez -la primera fue cuando en la secundaria tuve que cantar en el festival del 10 de mayo, y como lo dispuso la directora, fue una rola de un grupo del que se burlarían interminablemente de mí-.
"Puede saber mucho, pero no sabe enseñar", esta es una frase ampliamente difundida entre el alumnado, y no resulta una mentira. Cuando estaba en el máster una reconocida traductora, una de tantas profesoras, nunca preparaba sus clases y tampoco hizo por encaminarnos hacia lo que más me gusta, la traducción literaria. Quedé tan enfadada por que el curso que más quería tomar resultó ser una mierda.
Los profesores podemos arruinar directa o indirectamente a los estudiantes de dos formas : 1) Arrebatándoles el encanto de la vocación al proyectar la envidia-frustración 2) Al no tener el profesor la capacidad para transmitir y trasvasar el conocimiento, el estudiante queda totalmente acorralado, impidiendo poder desplazar y desarrollar sus habilidades.
Sin embargo está la contraparte. Los alumnos nos pueden "chingar" de innumerables maneras : con su apatía, con la acarosa manifestación de su mentalidad caótica-impersonal-violenta-inhumana propia de este siglo a través de las faltas al respeto, sus insultos, burlas y sosas quejas con el director por que para todo son víctimas. Hay muchas, las sabemos -alguna vez fuimos alumnos- y otras tantas las hemos padecido en carne propia. Sólo imaginen y añadan imaginariamente a estas líneas todo lo que se les ocurra.
Dado que la cosa es pareja, sólo mencionaré rápidamente algunos personajes que creo no voy a olvidar nunca.
Como alumna recordaré a : la maestra de baile del Colegio Motolinía que gustaba exhibir mi falta de atención ante mis compañeras. Un día me dijo que parecía mayate, pinche vieja, ahora no conoce mis pasos tamarinderos; de la secundaria, la maestra Estela que siempre me motivó a escribir y a leer; en la prepa el espacio es gris puesto que todos los profesores de la Oficial son grises, y de la universidad, algunos de mis pocos lectores los conocen, Espejo, José Luis, Malva y el maestro Alejandro con su clase de historia del Arte, que hacía que no refunfuñara por salir a las tres -sabía que llegaría a mi casa una hora después- . Para mal, al misógino del maestro de Literatura y Psicoanálisis; del máster, recordaré a casi todas mis maestras por puñeteras racistas, y a quien siempre adoraré será a Miguel Ángel Vega -oh, está entre mis top 3- que indirectamente me motivó a reflexionar más sobre la traducción y a defender mi español y a quien profesé un amor profundamente platónico, a Juan Manuel que me divertía a pesar de su preferencia por las francófonas -eso sí, me regaló un lindo libro- , a Rosario por demostrar que para traducir textos literarios no es suficiente ser perfectamente bilingüe.
Como profesora : nunca olvidaré a Nicole, que a sus 17 años despliega una lucidez intelectual que muchos universitarios desearían tener, a Monqui cuyos deseos por leer y vivir espero continúen a pesar de los riesgos de la adolescencia, a Mariano con su mirada de cordero a pesar de lo que pueda ser o puedan decir de él, de los cuentos de todos mis ex alumnos de tercer semestre y del texto poético de un chico de quinto semestre, así como las obras de teatro que todo ese grupo hizo.
Quise dejar al final a Pablo Sol, joven profesor de quien fui fan, y a pesar de su estoicismo, rigor y inaccesibilidad me hizo responsable en el cuidado de las ediciones, de la lectura y debo reconocer, me atraía. Ah, y bueno, entrados en gastos, debería mencionar a un profesor de francés, dolor de cabeza, de quien pensé haberme enamorado y con quien me enredé irresponsablente días antes de su retorno a Paris.
A mis entrañables, felicidades, y no sé, a pesar de lo raro de mi vida, debería felicitarme, un poco, sólo un poco.