jueves, 1 de diciembre de 2011

A treinta días de que se escurra otro año

primero de diciembre, Juanelo y yo conseguimos boleto para el concierto de Radiohead, a las siete de la mañana el termómetro, según Isidro Cano, marcaba siete grados, es cumpleaños de Nicolei. Veintiocho años. Tres años atrás me tomaba fotos bajo el puente de Londres. Faltan cuatro días para el cumpleaños de mi compamanco, diecinueve para la llegada de mi hijo simbólico, veintidós para volver a ver a mi sobrino. En unas horas mi primo marcha a Panamá, podría residir ahí, yo no conozco Panamá. 
Llego a la página cien de un libro. Disfruto ser la entrometida de los textos, la correctora, jack the Ripper versión cursi y nunca malintencionada, me pregunto si a ese ritmo podré comprar un boleto que me lleve a Panamá. 
Nicanor Parra gana el Premio Cervantes, releo esa estrofa de Coplas al vino :"algunos toman por sed /otros por olvidar deudas /y yo por ver lagartijas /y sapos en las estrellas" y no sólo veo reptiles, sino un prisma que me sigue cuando bailo y escarabajos en mis rodillas luego de beber no sé cuanto y de  llegar a no sé qué hora. Ya lo he dicho, que el resto de mis ex compañeros de la Facultad se queden con su Borges,  siempre se lo quedaron y lo prefirieron, yo me quedo con el vino y mi alma que no quiere esperar a su gemela.
Hoy cumplió años Nicolei. Salí de casa a tomar el sol porque no aguantaba el frío, mi habitación es una nevera. Recorro el retorno y al llegar a la araucaria  encuentro un condón, usado. Yo siempre creí que nunca sería lugar para coger, quién cogería, por qué a metros fuera de mi casa. Pasa una avioneta, recordé aquel fin de semana de helicópteros, mi padre no dejaba de salir a la terraza. 
La distracción dice rana y salto. Quién cogería afuera de mi casa. Llegué a la página cien. Lo frío de las falanges es la invalidez del grillo, no avanza el teclado, se retuercen las palabras. Así se justifica mi entorpecimiento.
Recibo la noticia que una amiga podría casarse el próximo año, quiere que sea su madrina. Si es en la playa me gustaría estar todo el tiempo descalza, prescindir de los tacones que atormentan mi equilibrio, pero hoy conseguí mantenerme, con dignidad, mientras hacía la postura del danzante. 
El faisán de aguardiente me escribe "¡Toda la H. me alucina!", la distracción vuelve a decirme ¡rana! y esta vez mi salto llega hasta Panamá, pero es mi primo quien viaja en unas horas.
Panamá. Panamá.