sábado, 28 de marzo de 2009

The endless backyard, prolongado recreo. Paro laboral

Debido a inconsistencias en la dirección de Escuelas normales, que han perjudicado incluso a esta muy humilde cabaretera, el pasado miércoles fue anunciado un paro de labores en mi lugar de trabajo y en la Escuela Normal. Mi sindicato me dijo "preséntate a la hora que entras a trabajar y vete a la hora en que termine tu jornada laboral, sólo que cuando llegues te vas con nosotros y firmas tu asistencia". Pude haber firmado a las siete de la mañana y con la misma largarme a mi casa a dormir, a leer, a dormir, o a buscar a alguna alma de la caridad para beber alguna chela después de las doce, ya saben, antes es alcoholismo y debo guardar las apariencias.
Soy indiferente a las protestas sociales, y mucho más sindicales. Recuerdo cuando me tocaba el paro cuando estaba en la facultad, que ni la USBI abrían (pasa lo mismo ahorita, creo) y teníamos otros días para cambio de semestre, oh, eso para mí era un gran alivio, tenía más día para levantarme tarde y no verle la cara a personas indeseables. Es sólo que letras puede ser un pasillo deprimente... Sin embargo en ésta me encontraba obligada a asistir. Como he mencionado líneas arriba, la decisión del Director de escuelas normales de detener movimientos (pagos) para los que hacen interinato fue un golpe bajo para mí, ya no tengo liquidez, así que falta de dinero = suspensión indefinida de actividades tamarinderas, nada de alcohol, nada de cine, nada de viajes, nada de pelis pirata, nada de libros, perfumes, mokas fríos y otras bebidas sanas y refrescantes.
¿Por qué esta persona dijo: a detener pagos? De repente, se le ocurrió lo siguiente "quiero ser improcedente, revisar perfil por perfil, que son muchísimos, y determinar si las personas que hacen interinato están capacitadas para realizarlo, es decir, quiero que todas éstas cuenten con maestría, doctorado, vale sombrilla si la Escuela Normal no tiene una más amplia oferta académica, no, eso no me importa, lo que cuenta es dejar estas personas que se alimenten de aire y no sé, igual y a la mera hora les dijo, pues resulta que ya no quiero que trabajes aquí..."
Hablando un poco más en serio, lo que el director de escuelas normales quiere realizar, debe hacerse en tiempo y forma, y no de la noche a la mañana y mucho menos debe hacerlo de esta forma tan arbitraria e irresponsable. Sin embargo, recuerdo estas palabras Bienvenue! Tu est au Mexique!!!! tierra del lastre burocrático y desmedida corrupción.
No sé hasta cuándo me pagarán. Mi esperanza, mayo. Pero esto, como dicen por ahí, no tiene para cuándo... lejos de mis comentarios pequeño burgueses y mi condición peque bu, como diría un amigo, hay otros que sí tienen familias que sostener, un departamento cuyo alquiler hay que pagar, así como varios gastos que tienen que cubrir y que seguro, por esta locura, deben estar tronándose los dedos. Al final los funcionarios sólo funcionan con base en sus intereses.
Regreso a mi aventura de paro.
Estuve un rato en la Escuela Normal, sentada en una escalera. A otros profesores pertenecientes a un sindicato distinto al mío los convocaron a las seis de la mañana, así que ya había varias maestras sentadas cómodamente en las sillas tejiendo y haciendo lo que mejor saben hacer, intercambiar impresiones sobre otras profesoras, sobre los hijos, las plazas, los hijos, hablar de política y alumnos es aburrido. Llevé un libro y mi ipod inseparable, hasta que llegó la maestra Marina, mi colega en el departamento de procesos técnicos y nos dirigimos a la Biblioteca, en donde debíamos estar.
Sólo había dos mesas, claro, con sombrillas para el calor que llegaría más tarde con fuerza. En la mesa había bolillos, cajeta y jamón, y aunque algunos ya hubieran desayunado, vamos, nunca nadie dice no a la comida y bebida. Sólo su servidora, je. Había pocas sillas, y decidí encontrar una cómoda esquina para sentarme. Juan Carlos, el de las fotocopias, me cedió su lugar, me dio verguenza pero accedí de buena gana. Y así estuve leyendo, llegaron otro par de maestras. Francamente no tengo mucho que compartir con ellas. No tengo prejuicio con la edad, pero yo no tengo hijos, ni familia, ni marido bueno y conflictivo y no me encuentro interesada en absoluto en mirar la paja en el ojo ajeno, dicho de otra forma, no gusto criticar al personal de mi lugar de trabajo, sienta simpatía o no por ellos.
Al tomar las instalaciones, sólo teníamos un baño abierto y ése era el que estaba en la Normal, planta baja, cerca de recursos in humanos. Como la biblioteca estaba tomada, incluso por nosotros, no teníamos acceso. Al volver, cuál sería mi sorpresa al encontrar que el sol punzaba más y que ya habían cambiado de lugar las mesas. El maestro L. decidió quitarle la sombrilla a los maestros invidentes argumentando que la luz no los lastimaba, bueno, movió su mesa y sus sills porque estaban mucho más a la sombra. Además durante mi ausencia, algunos habían comprado una lotería para jugar y me invitaron. En fin, por qué no, sólo jugaré un par de veces y ya está, por que decidieron jugar de a cincuenta centavos, y vamos, cincuenta centavos son cincuenta centavos para mi camión.
Sólo gané una vez, 2.50, y luego decidí ser la caponera. Curiosamente el maestro L. ganó diez veces y todos comenzaron a bromearme que le estaba ayudando, les juro que no, pero todo fue broma, nada más nos faltaba la chela y de perdis música tropical. El sol estaba en su apogeo, miré el reloj, aún me quedaban dos horas. Llegaron los del sindicato a regalarnos tortas y refresco, algo que me causó risa, pero dejé de cuestionar mi situación en ese momento, me detuve mejor a observar la dinámica que estaba llevando con los maestros con quienes jugaba. Yo era la más joven, soy de las nuevas ahí, y en verdad olvidé las grillas que hay afuera, incluso en el interior de la biblioteca con los profes que no se soportan, unos habían comprado una TV Novelas y el maestro L. comenzó a preguntarse si la chica en la portada de verdad existía, si era un invento de photoshop, porque, según afirmó, le encantan las mujeres.
La última hora la pasé tirada en la hierba, donde daba la sombra, leyendo un poco y otro tanto parando oreja, llega un punto que los chismes pueden ser amortiguadores del tiempo y las circunstancias. Me despedí, atravesé la biblio, me puse mis lentes del sol y me fui a casa. Llegué a mi casa con una sensación ajena a todos estos días de cansancio, me resultaba divertido ese día, a pesar de todo, pero me sentía rara por no haber trabajado nada. Pero el día después fue retomada la cotidianidad, las mismas horas de clasificiación, ya no había ni lotería ni refresco, ya no era necesario una sombrilla, mucho menos una caponera.
Al final esta anti aventura tuvo el mismo efecto que escuchar, en un día de verano, con las ventanas abiertas y el ventilador a un lado, un disco de Belle & Sebastian, interrumpido e interferido por el grito prolongado de las madres que te dicen "ya ven a comer".
for the price of a cup of tea...