Hace dos días, un acontecimiento paró en seco la perspectiva de mi fin de semana. Por un amigo me enteré que cerca de un antro -pésimo por cierto - asesinaron a un chico a sangre fría. Diez, doce, de ocho a diez, es el cálculo de los tiros que diversas fuentes dicen le proporcionaron. El motivo: la prensa dice que el origen fue afuera del lugar, otros, que ya había comenzado en el interior, una riña de un novio que lo único que hacía era defender a su chica de un -eso dicen- ex novio que la molestaba. Las cosas ya no se resuelven a golpes o en un duelo, sino a quemarropa.
Curiosamente había leído, horas antes de enterarme, una anotación que hice hace unos años cuando leí la huella del otro de Lévinas y la asocié inmediatamente: lo que caracteriza a la acción violenta es el hecho de no mirar de frente aquello a lo que se aplica la acción : el hecho de no encontrarlo de cara, de ver a la otra libertad como fuerza, como salvaje, de identificar el absoluto del otro con su fuerza.
¿Por qué coartar la libertad, la vida del otro? ¿acaso ahora el hombre intenta definirse a sí mismo violentando -más oculto de sí mismo, al fin y al cabo el alma es follaje interminable, humo que el fuego no provoca, sino el aliento de una voz que por temor a todo va muriendo - ?
Tal parece que la vela que iza nuestro siglo se mueve mediante la supresión de los demás para alcanzarse -alcance falaz e inútil por que, al fin y al cabo, no seremos mejores si agredimos a la gente, ya sea para obtener un mejor puesto, o una pareja, o más dinero, o más posesiones materiales-. Poco a poco la gente ha ido anulando eso que llaman la completud, obtenida por una búsqueda basada en un verdadero enfrentamiento con uno mismo, por que somos ciénaga y borrasca, páramo y selva, las definiciones de ese uno que debemos saludar en el espejo todos los días nos estorba ¿por qué necesita el común violentar al otro, si nunca ha sido enemigo, ya que es errante y doloso como todos?
No aspiramos nada puro, escribió Montaigne. Pero al escribirlo él no contaba ni con asesinatos, ni los secuestros, ni las ejecuciones, ni las violaciones. Lo confieso, a veces me da asco lo que vivimos, la despersonalización, la indiferencia, la apatía, la falta de interés por el mundo y la naturaleza de las cosas. Todo es inmediatez, mediana,superflua, todo se arregla a golpes, tiros, humillaciones. Experimentamos no sólo la gran crisis económica, sino la espiritual -y pido una disculpa si este adjetivo les parece tonto - .
¿Qué ganaba aquél con tirar tantos balazos, con dejar en el suelo a un chico que sólo quería defender a su novia? ¿ahora se sentirá mejor, "honrado" - cada vez siento mayor aversión por conceptos tan socialmente ridículos como honor, reputación, venganza, poder-, respirará más hondo? Ni las drogas ni el alcohol justifican cualquier acto de violencia - estas sustancias también nos suprimen, pero no pienso ahondar en ello ni este día ni ningún otro por venir-.
No quiero ponerme moralina, seguro alguno de ustedes pensará ¿y esto a mí qué carajos me importa?
Nada más puedo decirles con un tono desencantado y triste: yo sólo sé que el otro ya no existe.
Curiosamente había leído, horas antes de enterarme, una anotación que hice hace unos años cuando leí la huella del otro de Lévinas y la asocié inmediatamente: lo que caracteriza a la acción violenta es el hecho de no mirar de frente aquello a lo que se aplica la acción : el hecho de no encontrarlo de cara, de ver a la otra libertad como fuerza, como salvaje, de identificar el absoluto del otro con su fuerza.
¿Por qué coartar la libertad, la vida del otro? ¿acaso ahora el hombre intenta definirse a sí mismo violentando -más oculto de sí mismo, al fin y al cabo el alma es follaje interminable, humo que el fuego no provoca, sino el aliento de una voz que por temor a todo va muriendo - ?
Tal parece que la vela que iza nuestro siglo se mueve mediante la supresión de los demás para alcanzarse -alcance falaz e inútil por que, al fin y al cabo, no seremos mejores si agredimos a la gente, ya sea para obtener un mejor puesto, o una pareja, o más dinero, o más posesiones materiales-. Poco a poco la gente ha ido anulando eso que llaman la completud, obtenida por una búsqueda basada en un verdadero enfrentamiento con uno mismo, por que somos ciénaga y borrasca, páramo y selva, las definiciones de ese uno que debemos saludar en el espejo todos los días nos estorba ¿por qué necesita el común violentar al otro, si nunca ha sido enemigo, ya que es errante y doloso como todos?
No aspiramos nada puro, escribió Montaigne. Pero al escribirlo él no contaba ni con asesinatos, ni los secuestros, ni las ejecuciones, ni las violaciones. Lo confieso, a veces me da asco lo que vivimos, la despersonalización, la indiferencia, la apatía, la falta de interés por el mundo y la naturaleza de las cosas. Todo es inmediatez, mediana,superflua, todo se arregla a golpes, tiros, humillaciones. Experimentamos no sólo la gran crisis económica, sino la espiritual -y pido una disculpa si este adjetivo les parece tonto - .
¿Qué ganaba aquél con tirar tantos balazos, con dejar en el suelo a un chico que sólo quería defender a su novia? ¿ahora se sentirá mejor, "honrado" - cada vez siento mayor aversión por conceptos tan socialmente ridículos como honor, reputación, venganza, poder-, respirará más hondo? Ni las drogas ni el alcohol justifican cualquier acto de violencia - estas sustancias también nos suprimen, pero no pienso ahondar en ello ni este día ni ningún otro por venir-.
No quiero ponerme moralina, seguro alguno de ustedes pensará ¿y esto a mí qué carajos me importa?
Nada más puedo decirles con un tono desencantado y triste: yo sólo sé que el otro ya no existe.