Después de especializarme en las comedias americanas junto con Ito y de revivir las conversaciones sobre abdominales una fila atrás de la sala de cine, hoy es el mejor día para hacer la cuenta regresiva. Ya empiezo a moverme a un lado y otro de la cama, contando amiguitos ovejitas, inconvenientes ovejitas, croquetas ovejitas, boletos ovejitas, besitos ovejitas, risas ovejitas, cualquier objeto animado o inanimado cruza la cerca.
Me resulta innecesario enlistar lo necesario en la maleta, pero tengo la idea de llevarme mi tapete de yoga ¡ja! eso sí que sería interesante. Ya me imagino en los pisitos de mis cuates haciendo mis asanas.
Se acerca la fecha, estoy tan emocionada como nerviosa. Por favor, que no me toque algún crudote o señora guacamaya locochona en el avión. Y espero que la próxima semana, cuando se case mi prima, mi hermana quiera ser mi compañera de baile para rumbear a gusto. De lo contrario, los movimientos tamarindescos serán más evidentes y eso no creo que guste a la familia.
Ya lo decía hace unas horas Juanjo: no hay mejor cacería de lagartos que la que me espera en las nuevas pistas de baile.
Ya viajaré pronto. Sola. Sin ningún malestar, falsa expectativa, con el alma remojada con mezcal y mucha risa para regalar. Nada de drama, ni tristezas y mucho menos malos recuerdos, esa combinación desafortunada que puede llegar a ser un polizón que pudre los jolgorios.
¡Alegría pura y sabrosa!