jueves, 14 de agosto de 2008

La hamaca pendiente y tacones madrugada

Mis tamarindos:
Esta mañana he recibido un correo de alguien que consideraba mi amigo cuando esta niña antes de declararse cabaret tenía 12 años y agachaba la cabeza en el pupitre. Era uno de mis mejores amigos, pero el tiempo pasa y algunos cambios hicieron que hubiera una separación necesaria por diferencias que ya llevaban consigo cierto dolor.
Yo tenía 12. Entraba a una secundaria que no quería, el primer día quería llorar (saben que siempre he sido una llorona), entré a esa escuela y sólo quería desaparecer. Una de mis hermanas estaba en esa escuela y ella era famosa por su inteligencia y su talento para el deporte. Yo sólo sabía llorar, mirar a la gente sin hablar con ella y renegaba del deporte porque pensaba que los balones me seguían sólo para darme duros golpes en la cabeza. (Quizá por eso estoy tan loca, ja). Los profesores pensaban que sería como mi hermana, buena en matemáticas, buena para los deportes. Sin embargo lo único que me gustaba era observar porque me sentía incómoda en esa escuela. Por primera vez me di cuenta que las chicas cuando tienen 12 tienen unos gritos tan agudos que pinchan la cabeza y que les gusta a punta de alfiler convidar esas estridencias a los chicos para llamar su atención, dinámica extraña. Eso me resultaba tan ajeno que no creía que tuviese amigos. Sólo sabía vivir momentos de limón y esconderme en cualquier esquina.
Y un buen día, cuando estaba en clase de deportes, un chico me dijo ánimo, tú puedes, y de ahí comenzó la amistad. Él estaba en el grupo B, yo en el A. Es curioso. Mis mejores amigos los conocí en ese grupo, no en el A. Estábamos en el mismo taller, en música, y comenzamos a hablar. Fue un milagro que para segundo de secundaria unieran los grupos A y B porque yo lo pasaba mal. Ya mi vida se encaminaba a que la mayoría de mis mejores amigos fuesen hombres y no mujeres. Tres chicos eran mis amigos, aunque me molestaran como cualquier puberto de esa edad, eran mis amigos, y me querían y tenían paciencia conmigo. Recuerdo cuando teníamos que hacer una representación para la clase de español yme aplaudieron mucho, yo que usaba un vestido de mi madre porque teníamos que ser adultas. Uno de esos tres me filmó en un festival navideño masticando chicle de una manera brutal, y toda su familia vio ese momento de gloria, y qué decir de aquel que me tomó tantas y tantas fotos y deseo que llegue un día que me de todas ellas, para recordar cómo me veía tan puberta y con mis primeros converse azules. Saltábamos en la cancha de basquet y un día me quitaron mis tenis y los colgaron en la canasta. Bueno, ese momento para mí no fue del todo divertido. Esos eran mis tres amigos, a quienes voy a recordar con afecto toda mi vida porque si pude contar con alguien fue con ellos. Recuerdo cuando cumplí los ... 13 o 14 no recuerdo, odiaba las fiestas y era más sombría que un emo. Llegaron y me dieron una serenata ¡a las seis de la tarde! uno llevaba un acordeón (tenía la etapa de experimentación con los instrumentos musicales), y me cantaron las mañanitas. Me pregunto dónde quedó aquella polaroid, esa foto en la que salen los tres con sus gorras intentando ser raperos. A los 15 quise cambiar de escuela, me fui a otra (de la que poseo pocos recuerdos dignos de rescatarse) y un año después uno de ellos, el del correo, se cambió a mi misma prepa. Le decía mi hermano, bailábamos juntos y me gustaba que me levantara, y a veces me cargaba.
No sé cuándo las personas que se quieren cuando cambian de vida o de novia o novio cambian tanto que es imposible continuar el vínculo. Eso me pasó. Aún hubo intentos de amistad, durante la universidad incluso, pero había una distancia que no podía alcanzar. Fue difícil porque le apreciaba.
¿Qué fue de ese trío maravilloso que hizo feliz mis momentos de secundaria? bueno, con uno ya no tengo ningún tipo de contacto, simplemente la distancia, las carreras, se acabó. Al que tomaba fotos y le gustaba el acordeón le aprecio mucho, es un chico muy feliz, felizmente casado y hablo con él por chat de vez en cuando. Tal vez un día le dedicaré una entrada. Y el tercero, el de la fractura, pues sólo ese correo. Fueron únicamente dos líneas, y no puedo ser indiferente. Me escribió porque una paciente nació el mismo día y el mismo año que yo, y lo recordó, y me envió el correo. No sé en qué momento dejé de quererlo como el primer amigo que he tenido en mis 26 años.
(salta, salta, pequeña langosta). Mis tiempos de secundaria, cuando suspiraba chicos grunge y estaba en el taller de canto.
Hablando de reencuentros. Una chica de la prepa. A veces me sorprende porqué a la gente le da gusto verme. Pienso llamarle, porqué no, sería lindo saber qué ha sido de su vida.
Mi reencuentro con la ciudad va con giros silenciosos a Madrid, con saltos a la convivencia con los padres porque el porvenir ha decidido jugar a las escondidas conmigo. Me asomo mucho al pasado chicos, pero no para llorar. Y ahora esto me da un codazo para que caiga en una hamaca, para poder balancearme a gusto con lo que quedó de mi adolescencia (la cual advierto la mantengo mentalmente), con mi vida xalapeña y sobre todo con mi pasado, izquierda, derecha, hay que bajar la guardia porque el golpe puede ser suave, como cuando se acaricia a los niños pequeños sacudiendo sus cabezas cuando hacen alguna broma. Y aparecen los papelitos del muro de la escuela que no se han despegado, a pesar de la volubilidad del aire y de los años.
Los tacones son presagios de la amplitud y del riesgo
Por alguna razón encuentro en los tacones mi nueva diversión. Si camino con ellos las distancias son cortas, ningún cruce de calle es tan peligroso como parece y me miro tan ajena que me gusta mucho esa extraña tamarindera que comienza a pregonar con un vestido golpes para arrancar de la vida sus racimos de juventud.
Los dejaré otro día más con el suspenso de la nueva foto que creo que dará como se debe, el tono inicial de mi cabaret.

4 comentarios:

Anónimo DeLlira dijo...

Augg!! me hiciste recordar esas etapas de mi vida en las que tenía una buena amiga nada más. Cuando entré a primero de primero, mi hermana iba en tercero en el mismo colegio de mojas, y el primer día yo iba muy feliz con una enorme mochila de esas sansonite café como un baúl. A la hora del recreo saqué todos mis cuadernos y los dejé en el pupitre, me salí del salón con mi mochila en la que llevaba mi sandwuich y mi agua de limón. Estaba muy contenta tragando debajo de un árbol que estaba en el patio y mi hermana me vio, y se acercó toda horrorizada a decirme: Vera!! la mochila no se saca al recreo!!
Creo que yo extrañaba mi loncherita del kinder todavía. Y mi hermana aún cuenta esa anécdota muy divertida en las reuniones familiares o cuándo vienen mis nuevos amigos.

Beix!

brujillaenapuros dijo...

Hola Lore...
a mí también me hiciste recordar, yo también viví algo así... Y guardo recuerdos de dos personas muy especiales con las que ya no tengo contacto y que me llenan de melancolía...
Y confieso que también me pongo un poco más triste si me acuerdo de tí, si pienso en todos los amigos que hice este año que se fueron tan tan lejos :(
Me he echado un amigo Yucateco muy simpático, a ver si más adelante organizamos un viaje y voy a veros a los dos :):)
Anímate y suerte! a ver si encuentras trabajo! Sigue escribiendo, porfa. Besitos,
Clara.

Armandís de Mina dijo...

Los tamarinderos exigimos entrada nueva! Bueno, no exigimos, pero sería chido.

saludos

lelaulau dijo...

Lorenita !
Ton histoire est comme un bon ptit film, genre comédie, où on voit dans un flashback un groupe d'enfants super complices, dévorant la vie à pleine dent !
Après dans le film normalement, ils se retrouvent 15 ans après et font un casse dans une banque :-)

Gros bisou,
Laurent