1. Olvidar el reconocimiento de los demás. No importa lo que piensen, es necesario quemar esos harapos pesados, perder el temor a los criticones.
2.No mentar la madre por anticipado. Buscar la calma, respirar hondo, no elaborar misivas furiosas-hirientes, hayan o no hayan hecho daño a la suscrita.
3.Sacar a pasear a la von Hell cada vez que el %&$$$#!! clima de montaña lo permita -pobre, se deprime-.
4.Comer sushi más de una vez al mes.
5.Invertir menos tiempo en redes sociales.
6.Ver carretera-monte-cerro porque la salud mental lo exige.
7.Si algún suceso agita al corazón, abandonar la idea que las canciones compartidas o regaladas, cuando se escuchan después, producen malestar al pecho. La playlist del ipod no es culpable.
8.Si no consigo concentrarme con lecturas nuevas, releer mis novelas favoritas. La atención, tarde o temprano, debe regresar.
9. No perderme en el monte cada vez que estoy triste. Luego olvido el lugar donde pongo objetos importantes y hago largas filas en el banco, esperando media hora para llegar casi a la ventanilla y darme cuenta que olvidé la tarjeta.
10. No volver a hacer público lo privado, sobre todo mis furias. Nunca más.
3 comentarios:
Hola Lorena,
Me hiciste recordar la ocasión en que mi señor apá le dijo a su suegra (con quien se llevaba inusualmente bien), un precepto aprendido en una de sus andanzas con los rosacruces o algún otro grupo del estilo. El precepto rezaba:
"No me quejo, critico o condeno"
Y mi abuela, siempre tan claridosa, -¿Pos entonces de qué vamos a hablar?, le contestó. Jejeje.
Pero bueno, no pienso igual que mi abuela. Creo que es posible seguir el consejo, y lo que mencionas en tu decálogo, namás que sin ahorcarse y sin culparse uno mismo es más amable...y más fácil. Ora que luego no tiene uno tanto material para inspirarse, jajaja... No se crea, oiga. Que le sea leve, cuidese, saludos hasta Chalupa.
Con tu permiso, tomaré tres o cuatro artículos de tu decálogo a ver si logro aplicarlos.
Saludos intermitentes.
Hola Lorena, espero te encuentres muy bien. Yo tomaré creo que todos para aplicarlos. El último me dejó pensando, pues aunque los demás no tienen la culpa de nuestras furias, necesitamos ese rincón propio para gritarlas, es que no hay de otra.
Y el del señor apá de Esbed también me lo llevo.
Que bien escribes. Saludos :)
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