domingo, 12 de septiembre de 2010

Sauróctonos (Primera parte)

Una vez un individuo citado como testigo, le instó con estas palabras: “Dime, Craso, ¿por qué clase de hombre me tomas? “Por esta clase de hombre, respondió, señalando en un cuadro a un galo que sacaba la lengua generosamente”.
 Plinio el Viejo, libro 35

Veo poco a DZam. Hace meses que me invita a visitarlo pero nunca me decido. Siempre me ofrece sus instalaciones no sólo para poder escribir, sino para buscar, sin importar el tiempo que me tome, el trabajo que realmente quiero. Me ofrece generoso su espacio, a él no le importa que por unas semanas sea el mío. No cesa en invitarme-empujarme para que envíe mi cotidianeidad hasta Plan del Río, y soy boba porque vacilo, vacilo. En esta ocasión vino a la ciudad para asistir a la boda de un amigo, y tuvo la iniciativa de proponerme que lo acompañara. La boda era en la Antigua y con tal de ver higueras y mi entrañable Huitzilapan, accedí.

Fue divertido. En lo que terminaba la misa, invertimos nuestro tiempo observando tres niñas que usaban los pétalos que suelen arrojarse antes que entre la novia a la Iglesia como ofrenda a los extraterrestres, la mayor llamaba a las dos pequeñas, extendió el brazo para que unieran sus palmas y dijo “las tres unidas siempre”, fue inevitable recordarme con mis hermanas, una quería quitarse con desparpajo la crinolina –cuánta envidia, socialmente se les permite eso a los niños y si yo hiciera eso pensarían que soy una casquivana- y las mujeres no dejaban de abanicarse, también eso había olvidado. Y el río estaba a un lado de nosotros, tomamos algunas fotografías, fuimos a Veracruz por un lechero a la parroquia y más tarde, rodeándonos, la carretera.


Dan y yo no necesitamos conversar mucho, de hecho no es necesario hablar sobre varios asuntos, es como cuando teníamos 12 años y me permitía hacer pucheros y comentarios bobos. No sé si debo dar todo el crédito a su inteligencia y a su profesión –médico- , pero parece que mi vida la supiera de antemano, así que, si le confieso algo, me da un diagnóstico tan certero porque él ya lo sabía. Es uno de esos momentos en los que me gustaría ser menos torpe. A raíz de una vergonzosa fe de erratas cometida hace un poco más de una semana, me preguntó si ya tenía claro hacia dónde ir. Lamentablemente respondí que es algo que desconozco, sabiendo que mi locus amenus-cerro imaginario va a desvanecerse pronto. Me dijo algo en lo que no dejo de pensar y que me servirá de corolario durante los próximos meses. Es una frase que, dice, un pediatra de apellido Grossman, ordenó colocar como letrero en la entrada del quirófano: "cuando dices que la cirugía es difícil es porque la estás haciendo mal”. Aplicado a su servidora, quiere decir que todo lo que he hecho a lo largo de estos meses, que siento de plomo, ha sido por mis malas decisiones, todo por temor a no cruzar el río.

Por eso, mi querido Dani, no me pienses como alguien que saca la lengua; mejor como cazador de cocodrilos

(Supongo que por ese motivo lo echo de menos)


Alégrate: un día después que te fuiste, me levanté temprano y me dirigí a este lugar.







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