Tengo más muertos que vivos, de los cuales muchos están más vivos que muertos. Mis pérdidas han sido mis abuelos y dos perros que he querido mucho: Nicky y Mike. El duelo lo he dejado para otros que aún respiran, sin embargo, tal como diría la canción de José Alfredo Jiménez, son sombras nada más.
Comprendo que, comparado con el genuino dolor de otros que han visto partir de verdad a allegados más queridos, mi acotación es risible, superficial e incluso un poco ofensiva. Sin embargo, no he visto cementerio con más velas, más flores, donde la limpieza de los mausoleos es, en parte, porque los difuntos no viven ahí. En esa ironía reside mi congoja.
Mi teléfono, damas y caballeros, suena muy poco, los correos electrónicos son escasos. Las redes sociales han sido el mejor invento para llenar una soledad inconmensurable. Quizá es el motivo por el que cambio las flores de mi panteón no cada año sino todos los días.
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